¿El estrés da hambre?

  • 22 NOV

    Es un dato de hecho: casi ninguno de nosotros come tan sólo para satisfacer el hambre biológico.

    Pero si comes demasiado y muy deprisa, es probable que se trate de estrés, aburrimiento, rabia o frustración, derivadas a menudo y cómo no, al ritmo de trabajo y la vida demasiado rápida y absorbente.

    El hambre por estrés es un comportamiento típicamente femenino: una necesidad de tomar alimentos de manera descontrolada, independientemente de la sensación de hambre y de la saciedad. Por decirlo de alguna manera: mezclar emociones y comida, y usar esta última para afrontar las emociones.

    Debido al hambre por estrés, llamada también eating emocional, se come rápidamente, a menudo pasando del dulce al salado, fuera de las comidas naturalmente, y sin tener conocimiento de lo que se come, de las cantidades, ni de la sensación de hambre y de saciedad, que regulan el principio y el final de una comida.

    Una forma de hacerse daño, causado por las reacciones del organismo ante situaciones vividas de manera muy estresante. Las reacciones principales ante sentimientos de este tipo pasan de la inapetencia en los individuos altamente adrenalínicos para los que el estrés causa adelgazamiento, incluso extremo al exceso de hambre en los individuos cortisónicos, tendentes a engordar.

    Los Impulsos
    Desde el impulso "inocente" del picoteo, el del disfrute de una pieza de chocolate fuera de "horas"... hasta el del atracón compulsivo que se da en algunas personas, existe una amplia gama de sensaciones que abarcan desde el deseo a la necesidad imperiosa, vital y no refrenable del acto de comer. ¿Por qué comer si a veces se dice NO querer y no puede dejar de hacerse? ¿Por qué comer y NO hacer otra cosa? ¿Por qué extraña a unos cuantos esa manera de actuar y a otros hace sentir mal y llegar a enfermar?.

    Es cierto que el individuo necesita obtener energía a partir de los alimentos que el medio le proporciona, pero también observamos que come porque tiene "ganas" de hacerlo y con ello obtiene "placer".

    En momentos muy tempranos de la vida, tal como demuestran desde hace años las escuelas dinámicas en lo referente a la estructura psíquica del individuo, esta necesidad ligada a la autoconservación de la persona pierde su valor y puede observarse que el individuo deja de comer por hambre. Ha aparecido en algún momento la demanda, vinculada a la relación del individuo con la madre ( no necesariamente la biológica) y al don que tiene ella de dar o no, con sus idas y venidas, haciendo que el niño pueda llamar a la madre, pedirle, demandarle... Tiene lugar la demanda y con ello la posibilidad de que el individuo se constituya como persona. Esta demanda es posible ya que el individuo utiliza un lenguaje (con todo lo que dicho proceso evolutivo conlleva) que va articulando también la movilización de los afectos más profundos del cuerpo; entonces la demanda por parte del niño de ser alimentado no va a relacionarse sólo con la necesidad "nutricional" sino que también lo va a estar con la experiencia de vínculo a otro. En algún momento se produce la experiencia de satisfacción que cancelará, por ejemplo, el estímulo interno (en el caso del niño, por el cuidado ajeno) de hambre.

    Estas experiencias (necesidad, excitación, demanda, satisfacción) dejarán huella en la memoria y en consecutivas veces las imágenes o situaciones que provoquen la reaparición de la excitación, debido al enlace establecido, suscitará una acción psíquica para restablecer la situación de satisfacción.

    Necesidad
    Si buscamos el significado de la palabra necesidad en un diccionario encontraremos que hace referencia a algo imprescindible o necesario; así como habla de un impulso irresistible; de la falta de lo necesario para vivir o de un peligro o situación difícil que requiere una rápida ayuda, estados de insatisfacción conscientes debido a un sentimiento de falta que no excluyen la parte inconsciente que hay en el placer que, como vamos viendo, está vinculada a experiencias más profundas.

    Dado que el hambre representa el Estrés original, la respuesta alimentaria proporcionará el prototipo de las reacciones y respuestas que podrán provocar la desaparición de tensiones internas, por lo que las actitudes maternas en los primeros meses de vida guardarán una relación directa sobre las características psíquicas del individuo. El elegir un tipo de respuesta relacionada con la ingesta de alimentos, en lugar de otra, va a depender de variables internas relacionadas con la persona (como la calidad de determinadas fijaciones libidinales, la prioridad del principio del placer -todo y ya, sin valorar las consecuencias-, frente al de realidad -capacidad para aplazar y relativizar-), y de unas variables externas, relacionadas con el medio ambiente (abundancia, escasez, accesibilidad... ).

    "Madres cebadoras" no permitirían distinguir entre lo fisiológico y lo psicológico, "malas madres" (ausentes, inadaptadas sistemáticamente... ) harían sufrir tensiones internas de duración e intensidad desorganizadoras, favoreciendo respuestas particularmente intolerantes a la frustración. En los trastornos de comportamiento alimentario (con aumentos de ingesta más o menos intensos) se suele poder apreciar, cercano al inicio del cuadro, la aparición de una pérdida significativa para el individuo no resuelta, a veces negada conscientemente, no reconocida, y sumida al mundo del inconsciente, acallada por la compensación del alimento que substituye, con mayor o menor intensidad, el vacío de lo perdido, existiendo y perdurando una negación de la realidad (de una realidad) que a veces aflora a través de un cuadro más o menos depresivo, pudiéndose en ese caso empezar a elaborar y resolver que ha pasado y resituar la sensación al plano que le corresponda, no siempre al nutricional.

    Hambre o Ganas de Comer
    Sé sincero no es hambre lo que tienes, sino puras ganas de comer. No importa cuánto comas: cuando estás ansioso nunca te llenas. O sea, que tu hambre no es más que apetito por Estrés. ¡Contrólalo! Los alimentos son necesarios para mantenernos vivos, sanos y con energía, pero el exceso de comida puede producir enfermedades como sobrepeso, gastritis, etc.

    En lugar de asaltar la heladera y comerte todo lo que haya, en vez de comprar todos los chocolates disponibles o pedirle a tus amigos que traigan golosinas al grupo de estudio, prueba lo siguiente:

    • Distribuye los alimentos en seis comidas diarias (en vez de tres) y fija horarios razonables. Lo importante es recordar que no se pueden hacer seis comidas completas, sino seis medias comidas, lo que equivale a las tres comidas completas que habitualmente consumes.
    • Si en medio de una guía quieres comerte un chocolate, ponte como meta terminar la guía y responder una ronda de preguntas antes de hacerlo. Prémiate, pero antes concéntrate en el estudio.
    • Disminuye el tamaño de las golosinas.
    • Reemplaza los alimentos dulces o grasosos por frutas o vegetales.

    Los azúcares simples y complejos son los principales responsables de las sensaciones de saciedad por lo que privarse de éstos conlleva al mal humor y a la necesidad de dulces. Para evitar que la situación se agrave, es por tanto necesario remontarse a las causas, evitando imponerse regímenes restrictivos que nunca se cumplirán, y causarían después estrés ante el fracaso.

    Separar la relación entre emociones y comida: este es el único método para ignorar el hambre por estrés, evitando las dietas impuestas por uno mismo, y restableciendo un adecuado equilibrio alimenticio. En los casos más drásticos es mejor dirigirse a un centro especializado en el tratamiento de los trastornos alimenticios.

    La dieta para este tipo de hambre debe de ser la adecuada: debe considerar la trasgresión que lleva a desear en menor medida la comida, controlando el mecanismo que acciona el hambre inexistente. Obviamente, el tratamiento de la trasgresión es fundamental para recuperar el control, y evitar recaer en los errores del hambre nerviosa.

  • < Atrás